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Un México violento
Porque nos la quitaron
Las ideologías políticas y las teorías políticas intentan ser aproximaciones a lo que acontece en los escenarios políticos. Son construcciones intelectuales y, muchas veces, emocionales, de mapas que buscan conocer un territorio para intervenirlo, operarlo o modificarlo. Su lado positivo es que son brújulas que dan el marco para, desde esa perspectiva, orientar a quienes las sustentan y ofrecer posibles explicaciones de lo que sucede y sucederá en la actividad política. Según la ideología o la teoría que se adopte, será el método que se utilice para conocerla y actuar en las relaciones de poder.
Sin embargo, lo que llamamos realidad política es tan cambiante, compleja y difícil de aprehender, que teóricos e ideólogos deben o debieran constantemente modificar, ajustar o rehacer sus propias visiones. Igual tendría que ocurrir con quienes son analistas u opinadores de lo que ocurre políticamente, en este caso, en el país. En el proceso de interpretación política que hacen de lo que sucede están detrás supuestos de todo tipo, en muchas ocasiones, no explícitos, inconscientes o hasta no reconocidos.
En las pasadas elecciones fue notoria la disociación que tienen de la realidad política mexicana la mayoría de los partidos políticos, así como de académicos, periodistas, élites empresariales y los opinadores improvisados de las redes sociales. Sus análisis o enfoques resultaron distorsionados, insuficientes, catastróficos, con castillos de aire como sustento, alejados de lo que sucedía en la actuante población. Los resultados electorales dejaron en ridículo a la mayoría, sobre todo a los que tenían componendas y que buscan recuperarlas vía la presión de la crítica.
Desde el escritorio se pueden especular numerosas percepciones políticas, incluso contradictorias. Pero siempre falta sumergirse en la calle, convivir con otros círculos, salir de la propia clase social, con atenta y respetuosa escucha. Abundaron los análisis basados solo en información mediática o de los círculos en que se desenvuelven, incluidos los de analistas con los que simpatizan, con quienes se retroalimentaron unos a otros, se avalaron, reforzaron y legitimaron a sí mismos, con el rechazo soberbio, prejuiciado y clasista a los que no piensan igual.
Sus modelos de pensamiento para analizar la realidad política mexicana tendrían que revisarlos quienes especularon, anticiparon o pronosticaron resultados, efectos y tendencias que se hicieron añicos el 2 de junio. El espacio de lo público se niega a quedar encajonado, castrado o sometido a obsoletas cárceles mentales. Las afirmaciones tajantes de los analistas son arenas movedizas en el terreno de la crítica y en los intentos de explicaciones en el terreno de la política. De eso padeció un amplio sector de la élite intelectual y opinadora de México en las recientes elecciones federales, estatales y municipales. No le atinaron.
La realidad política es necia. Y es más necio el analista que obsesivamente desea que la realidad se ajuste, desarrolle o enfile hacia sus propios sentires, deseos e interpretaciones de lo que ocurre en el espacio político. Los viejos moldes de análisis necesitan actualizarse para, mínimo, intentar comprender por qué sucedió lo que sucedió, que echó abajo pronósticos que parecían confiables de académicos y opinadores profesionales atrapados en sus cartabones ideológicos o teóricos. Aunque difícilmente ocurrirá que se pongan otros lentes.
X: @SergioRenedDios
jl/I