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El México violento

Si bien las y los mexicanos estamos preocupados y ocupándonos de enfrentar lo mejor posible al Covid-19 y sus efectos, no podemos dejar de preocuparnos y ocuparnos también por otros graves problemas nacionales como lo es la violencia. 

El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, AC, el cual estudia problemas como el narcotráfico, los secuestros, los homicidios, las desapariciones forzadas, la corrupción e impunidad, entre otros temas que obstaculizan la seguridad, la justicia y la paz en nuestro país, recientemente y por décimo segunda ocasión consecutiva difundió el Ranking 2019 de las 50 ciudades más violentas del mundo. 

Lamentablemente encontramos que: 

  • México destaca significativamente al ostentar el primer lugar, los primeros cinco lugares, a seis de las 10 ciudades más violentas y a 19 de las 50 urbes más violentas del mundo 
  • Por tercer año consecutivo, una ciudad mexicana es la más violenta del mundo: Tijuana 
  • México es el país con el mayor número de ciudades violentas al tener 19 de 50, es decir, casi el 40 por ciento de todas las urbes más violentas del mundo es mexicana 
  • De las 50 ciudades del ranking, 19 se ubican en México, 10 en Brasil, seis en Venezuela, cuatro en Sudáfrica, tres en Estados Unidos, tres en Colombia, dos en Honduras y una en Guatemala, Puerto Rico y Jamaica 
  • En total, 46 ciudades se ubican en el continente americano 

Las ciudades mexicanas reportadas en el ranking con su respectivo lugar son: Tijuana, en el primero; Ciudad Juárez, en segundo; Uruapan, en tercero; Irapuato, en cuarto; Ciudad Obregón, en quinto; Acapulco, en séptimo; Ensenada, en decimoséptimo; Cuernavaca, en decimonoveno; Celaya, en vigésimo; Culiacán, en vigésimo primero; Benito Juárez, en vigésimo quinto; Zacatecas, en trigésimo; Chihuahua, en trigésimo segundo; Morelia, en trigésimo octavo; Ciudad Victoria, en trigésimo noveno; Guadalajara, en cuadragésimo; Reynosa, en cuadragésimo primero; Minatitlán, en cuadragésimo tercero, y León, en cuadragésimo séptimo. 

De alguna manera ya estábamos conscientes de la situación exacerbada de violencia que vivimos cotidianamente; de que el trabajo de prevención y combate al delito de los gobiernos federal y estatales han sido un fracaso; de que en el sistema judicial prevalece la corrupción; de que los reclusorios no cumplen las funciones que tendrían que cumplir, y de que en el país prevalece un cultura de corrupción e impunidad que favorece la violencia y la injusticia.  

Lo que sería todavía más gravé es que normalicemos esta situación, que la aceptemos como una realidad inevitable y que asumamos una actitud pasiva esperando que algún héroe o heroína nos resuelva tal problema. 

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jl/I